Por Gustavo Ramírez
(https://agnprensa.com/la-oligarquia-le-declaro-la-guerra-a-la-clase-trabajadora-y-la-cgt-se-pone-al-frente-de-la-resistencia/)
Patricia Bullrich pudo evidenciar, el último miércoles, que el Movimiento Obrero organizado no puede ser doblegado con facilidad. No obstante, vendedora de espejitos de colores para los consumidores mediáticos, la Ministra puso en oferta su iniciativa protocolar a través de una arquitectura de falacias que se refutan con las imágenes de la jornada.
La movilización de la Confederación General del Trabajo tuvo dos objetivos evidentes: El inmediato rechazo del DNU oficial que violenta la organización constitucional de la clase trabajadora y el quebrantamiento del protocolo que criminaliza la protesta. Bullrich perdió la agenda pero también esta pequeña batalla. La ex funcionaria del gobierno macrista y de la Alianza, mostró las limitaciones de su propaganda represiva ante la masividad de la protesta.
Sin embargo, la lectura progresista contamina gran parte del espectro del Movimiento Nacional porque la prevalencia ideológica de su postura de francotirador compulsivo obnubila toda preminencia táctica y estratégica. “La CGT no leyó el comunicado”, “la marcha tuvo gusto a poco”, “cuánto se va a demorar en poner la fecha de un paro”.
Esos postulados se hacen sistemáticos cuando se pretenden arrogarse una representación que no tienen y desvirtúan el armado de resistencia popular frente a lo inédito del proceso aceleracionista impuesto por el gobierno de Milei. Ganan una agenda interna que termina por horadar toda potencial construcción de unidad en acción al mismo tiempo que diluyen la concepción. Lo cual evidencia una profunda compresión de la coyuntura y del plano general.
A estos sectores, muchas veces inclinados hacia el kirchnerismo sectario, el peronismo le causa urticaria. Del mismo modo, entienden a las organizaciones libres del pueblo como “herramientas” subordinadas a la estructura y demanda política. Terminan encerrados en su propia incapacidad de ampliación del campo de batalla y refuerzan su postura endogámica en relación a la romantización de respuestas espasmódicas a situaciones más complejas.
El sustento de la apelación permanente a la derrota social, donde se sienten cómodos con la victimización, permite a estos sectores -aduladores del progresismo segmentado y reaccionario-asentarse sobre la idealización de procesos políticos fetichizados hasta el hartazgo con el fin de asumir la representación de un sentido común popular que carece de ubicación efectiva en tiempo y espacio.
Es muy fácil opinar desde ese sentido común sin el peso específico de la representación. Por eso, la dimensión de la movilización convocada por la CGT adquiere un valor significativo y no relativo. Es el inicio de un plan de lucha en una instancia signada por la ofensiva anti-sindical. Para los enemigos de interés nacional los gremios son los últimos pilares de defensa de la Justicia Social que aborrecen. Por eso, tanto el DNU, como la ley ómnibus y el protocolo tienen trazado común: el debilitamiento de las estructuras sindicales, sea a través de su desfinanciamiento, de la represión o de la quita de derechos como el de la huelga.
El modelo ortodoxo que ejecuta Milei pero que está diseñado y diagramado por los principales actores de la oligarquía, tiene base en el programa neoliberal thatcherista. Vale decir que el programa presentado por el actual presidente tiene un arraigo global con implicancias geopolíticas, algo que la urgencia y el peso abrumador de las medidas no permite ver con claridad. Ahí existe también un clivaje que el progresismo no puede desentrañar porque se aferra a la impugnación moral y a la indignación permanente.
Margaret Thatcher, antes de imponer de manera definitiva su plan de gobierno neoliberal-imperial, se encargó de llevar adelante prácticas anti-democráticas contra el Movimiento Obrero inglés y lo quebró. Ese costo terminó siendo muy caro para la clase trabajadora europea, dado que el ejemplo cundió como reguero de pólvora y debilitó el andamiaje de las organizaciones sindicales en términos generales.
Por otro lado, la frescura y candidez de los cacerolazos que expresan el descontento de un segmento de la clase media progresista refleja la urgencia en la desesperación pero no contiene un planteo programático. La espontaneidad se da en el desorden general y ese caos, inducido por el propio Milei, tendrá que madurar y masificarse.
El interrogante actual es quién habrá de conducir ese proceso. En ese escenario, aquellos que ahora están naturalmente asustados le exigen al Movimiento Sindical, al que por otro lado no comprenden y desprecian, que asuma la responsabilidad de “solucionar” este desequilibrio desquiciado sin entender que el problema es político.
Lo primero que primó en la organización de la jornada de lucha del último miércoles en Tribunales fue la responsabilidad. Ante un escenario de persecución y presión latente, los dirigentes sindicales decidieron preservar a sus trabajadores y estar al frente de la lucha. La convocatoria fue para cuadros orgánicos, representantes regionales y delegados de base. Con esto en claro, el valor de la movilización aumenta. Por lo tanto, es imprudente pretender que todo se produzca en una inmediatez sobrevalorada.
Abel Furlán, titular de la UOM, nos decía que era necesario ser “inteligentes en este momento”. La experiencia del Movimiento Obrero ha dejado constancia que no se pude confundir responsabilidad con resignación. La CGT está decidida a dar batalla pero tampoco lo puede hacer en soledad. Una de las fuertes demandas que se hizo en la plaza del miércoles, tiene que ver con la presencia de dirigentes políticos al frente de la “lucha”. Después de todo son responsables de este presente.
Este jueves el Comité Central Confederal decidirá los paso a seguir. El contexto es complejo para el sindicalismo. Aún una parte importante de la sociedad considera que lo ejecutado por Milei puede servir para mejorar sus condiciones de vida. Por otro lado, el DNU declaró que los gremios docentes, de salud y del transporte están enmarcados en actividades esenciales. De ahí el cercenamiento del derecho constitucional de la huelga. Lo cual, refleja que no todo se define de manera lineal.
La oligarquía y los representantes del capital financiero le declararon la guerra a la clase trabajadora. Los sindicatos, como lo ha demostrado la historia, estarán en el lugar que les corresponde, la cuestión es saber que hará el campo político nacional, siempre proclive a menoscabar las iniciativas del Movimiento Obrero. Mientras tanto, el progresismo si quiere sobrevivir deberá abandonar el infantilismo permanente y madurar, dejando de lado sus fantasmas y sus miedos.
28/12/2023