nueva-ensenada@hotmail.com .- José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, fue asesinado el mediodía del 25 de setiembre de 1973. Por aquella época ya había resultado electo el teniente general Juan Domingo Perón y sobrevolaba sobre millones de argentinos la esperanza de disfrutar la democracia soñada y recuperar la Justicia Social.
El líder sindical había pasado la noche en un departamento de un familiar en el barrio de Flores. Rucci cambiaba su lugar de descanso por razones de seguridad. El atentado comenzó apenas abandonó la finca a las 12:10.
Los custodios afirmaron, tal vez para justificar su ineptitud, que los agresores habían arrojado bombas o granadas, cuyas evidencias jamás fueron encontradas.
Aparentemente, los atacantes, un comando integrado por nueve a once personas, habían iniciado la emboscada con el lanzamiento de una tabla que llevaba una ristra de petardos y dispararon desde tantos puntos diferentes que hizo imposible la defensa.
El tiroteo fue relativamente breve pero intenso (los cálculos periciales estimaron más de cien proyectiles disparados), a las 12:30 los agresores habían huido.
El informe de la morgue judicial sobre el cadáver del líder sindical asesinado dice: 1) Herida contuso-cortante de unos 4 centímetros y medio en la cabeza; 2) otra herida similar en la frente; 3) un hematoma en ese mismo lugar, probablemente por la caída; 4) herida cortante superficial en la nariz; 5) herida de bala en la cara; 6) herida de bala en la cara lateral del cuello; 7) herida de bala en la base del cuello; 8) herida de bala debajo de la nuca; 9) herida de bala en el hombro derecho, con rotura de clavícula; 10) dos heridas de bala en la región mamaria derecha; 11) 16 heridas de bala en el tórax; 12) heridas de bala en la mano izquierda; 13) fractura del húmero y14) herida de bala en la rodilla izquierda.
Sin embargo, los crímenes terroristas, por bárbaros y feroces que sean, jamás lograron matar las ideas ni impedir que los trabajadores continúen construyendo sus organizaciones. El hombre que trabaja sabe que esa es la única clave para vencer al tiempo y a los que quieren destruir las conquistas laborales, políticas o sociales
El líder sindical había pasado la noche en un departamento de un familiar en el barrio de Flores. Rucci cambiaba su lugar de descanso por razones de seguridad. El atentado comenzó apenas abandonó la finca a las 12:10.
Los custodios afirmaron, tal vez para justificar su ineptitud, que los agresores habían arrojado bombas o granadas, cuyas evidencias jamás fueron encontradas.
Aparentemente, los atacantes, un comando integrado por nueve a once personas, habían iniciado la emboscada con el lanzamiento de una tabla que llevaba una ristra de petardos y dispararon desde tantos puntos diferentes que hizo imposible la defensa.
El tiroteo fue relativamente breve pero intenso (los cálculos periciales estimaron más de cien proyectiles disparados), a las 12:30 los agresores habían huido.
El informe de la morgue judicial sobre el cadáver del líder sindical asesinado dice: 1) Herida contuso-cortante de unos 4 centímetros y medio en la cabeza; 2) otra herida similar en la frente; 3) un hematoma en ese mismo lugar, probablemente por la caída; 4) herida cortante superficial en la nariz; 5) herida de bala en la cara; 6) herida de bala en la cara lateral del cuello; 7) herida de bala en la base del cuello; 8) herida de bala debajo de la nuca; 9) herida de bala en el hombro derecho, con rotura de clavícula; 10) dos heridas de bala en la región mamaria derecha; 11) 16 heridas de bala en el tórax; 12) heridas de bala en la mano izquierda; 13) fractura del húmero y14) herida de bala en la rodilla izquierda.
Sin embargo, los crímenes terroristas, por bárbaros y feroces que sean, jamás lograron matar las ideas ni impedir que los trabajadores continúen construyendo sus organizaciones. El hombre que trabaja sabe que esa es la única clave para vencer al tiempo y a los que quieren destruir las conquistas laborales, políticas o sociales
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