La norma permitió a los Kirchner acumular 22 propiedades.
Muchas
se las vendieron a Báez
Con el golpe de Estado de 1976,
Néstor y Cristina Kirchner se marcharon de La Plata, donde
a ella le restaban todavía
algunas materias para recibirse de abogada. Se radicaron en Río Gallegos, donde
abrieron un estudio que con el tiempo se convirtió en uno de los más
importantes de la provincia. Fueron tiempos prósperos para la familia Kirchner,
en parte gracias a oportunidades que el matrimonio supo aprovechar.
En esos años, merced a las
ejecuciones hipotecarias y la tristemente célebre circular 1050 del Banco Central de la República Argentina
(BCRA), el matrimonio acumuló 22 propiedades. Ese fue el germen de una polémica
en torno al patrimonio de ambos, que los acompañó en su escalada hasta lo más
alto del poder. Porque, además, buena parte de esas propiedades que los
Kirchner compraron a precio de saldo, se vendieron años después al empresario
Lázaro Báez, cuyos negocios por otra parte crecieron de la mano de la obra
pública.
En
aquella época, Río Gallegos era una ciudad que tenía apenas 43.479 habitantes,
según el censo de 1980, y se encontraba bajo el mando político directo de un
militar. Por entonces, sin embargo, los Kirchner no concentraron sus mayores
esfuerzos jurídicos en la defensa de los derechos humanos, bandera que
abrazaron años más tarde, ya en la Casa Rosada, sino que se abocaron, con éxito, a
los negocios inmobiliarios.
VENCIMIENTOS
IMPOSIBLES
Adoptada
por el BCRA en 1980, durante la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz al
frente del Ministerio de Economía, la 1050 resultó letal para miles de
deudores. ¿Por qué? Porque las tasas de interés de sus créditos hipotecarios
pasaron a ajustarse por los valores vigentes en el mercado y miles de
propietarios que a partir de ese momento no pudieron afrontar los vencimientos
se vieron forzados a malvender sus inmuebles a inversores con pocos escrúpulos.
Eso
mismo es lo que, desde siempre, les enrostraron a los Kirchner sus rivales
políticos.
El
ex presidente Carlos Menem, por ejemplo, buscó marcarles la cancha en 2009 con
una comparación: "Mire, el 24 de marzo de 1976 a mí me detuvieron los
militares y Kirchner se fue al Sur con su mujer y empezaron a trabajar en su
profesión a partir de la memorable y deplorable circular 1050. Hay que leer el
libro Kirchner, el amo del
feudo [de Daniel Osvaldo
Gatti], que cuenta todo lo que hizo Kirchner mientras yo estaba preso. Mientras
yo estaba preso, Kirchner se puso bajo el ala de los militares y también hizo
plata".
No
fue el único que le dedicó duros cuestionamientos. El líder de la Confederación General
del Trabajo (CGT), Hugo Moyano, también lo planteó en público, en el discurso
con el que marcó su distanciamiento del kirchnerismo. Fue en la Plaza de Mayo, el 27 de
junio del año pasado: "Cuando muchos nos quedamos en el país después del
golpe de 1976 hubo dos clases de exiliados: los que se exiliaron fuera del país
y los que se exiliaron en el sur argentino a lucrar con la 1050".
En
Río Gallegos se recuerda bien lo ocurrido en aquellos años, y cada uno de los
casos lleva una historia personal, con nombre y apellido. Como el caso de Ana
Victoria de Aaset, por ejemplo, quien sufrió un proceso judicial que, si bien
no llegó a dejarla en la calle, la llevó a tener que enfrentar la situación de
que le embargaran parte de los muebles de su familia.
Con
el patrocinio del abogado Rafael Flores, inició una demanda penal contra los
Kirchner, quienes se habrían quedado con los pagarés de la señora de Aaset, en
vez de romperlos después del cobro. Afortunadamente para esta humilde señora,
el juicio prosperó y logró un fallo favorable.
Un
episodio que se produjo entonces es memorable. Cuando el abogado Flores se
cruzó con Cristina Fernández en la vereda de los tribunales locales, Flores la
inquirió:
- Decime,
¿para qué hacen esto? ¿Cuál es la necesidad?
- Queremos hacer política, y para
hacer política en serio se necesita "platita". (La Nación, 27 de Diciembre de 2013)